
En cada año que culmina y cada año que inicias en tu vida, proponte para ti mismo el sacrificio de dedicar tus 365 días a Dios, reconociendo tu Cristo interior.
Comienza con este día de hoy, sigue con el día de mañana y así, cada día. Pronto la suma de tus días comprometidos con el amor, se habrán convertido en un año bendecido y lleno de gracia y opulencia.
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.” (1 Pedro 1:17/21).
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